jueves, 11 de abril de 2019

La Iglesia y el escándalo de abuso sexual

La Iglesia y el escándalo del abuso sexual
Artículo del papa emérito Benedicto XVI, escrito para la revista alemana “Klerusblatt”. Ofrecemos aquí la traducción al español de ACI Prensa (Abril de 2019).

Del 21 al 24 de febrero, tras la invitación del papa Francisco, los presidentes de las conferencias episcopales del mundo se reunieron en el Vaticano para discutir la crisis de fe y de la Iglesia, una crisis palpable en todo el mundo tras las chocantes revelaciones del abuso clerical perpetrado contra menores. La extensión y la gravedad de los incidentes reportados han desconcertado a sacerdotes y laicos, y ha hecho que muchos cuestionen la misma fe de la Iglesia. Fue necesario enviar un mensaje fuerte y buscar un nuevo comienzo para hacer que la Iglesia sea nuevamente creíble como luz entre los pueblos y como una fuerza que sirve contra los poderes de la destrucción.

Ya que yo mismo he servido en una posición de responsabilidad como pastor de la Iglesia en una época en la que se desarrolló esta crisis y antes de ella, me tuve que preguntar –aunque ya no soy directamente responsable por ser emérito– cómo podía contribuir a ese nuevo comienzo en retrospectiva. Entonces, desde el periodo del anuncio hasta la reunión misma de los presidentes de las conferencias episcopales, reuní algunas notas con las que quiero ayudar en esta hora difícil. Habiendo contactado al Secretario de Estado del Vaticano, cardenal (Pietro) Parolin, y al mismo papa Francisco, me parece apropiado publicar este texto en el "Klerusblatt".

Mi trabajo se divide en tres partes.

En la primera busco presentar brevemente el amplio contexto del asunto, sin el cual el problema no se puede entender. Intento mostrar que en la década de 1960 ocurrió un gran acontecimiento, en una escala sin precedentes en la historia. Se puede decir que en los 20 años entre 1960 y 1980, los estándares vinculantes hasta entonces respecto a la sexualidad colapsaron completamente, y surgió una nueva normalidad que hasta ahora ha sido sujeta de varios laboriosos intentos de disrupción.

En la segunda parte, busco precisar los efectos de esta situación en la formación de los sacerdotes y en sus vidas.

Finalmente, en la tercera parte, me gustaría desarrollar algunas perspectivas para una adecuada respuesta por parte de la Iglesia.

I.
(1) El asunto comienza con la introducción de los niños y jóvenes en la naturaleza de la sexualidad, algo prescrita y apoyado por el Estado. En Alemania, la entonces ministra de salud, (Käte) Strobel, tenía una cinta en la que todo lo que antes no se permitía enseñar públicamente, incluidas las relaciones sexuales, se mostraba ahora con el propósito de educar. Lo que al principio se buscaba que fuera solo para la educación sexual de los jóvenes, se aceptó luego como una opción factible.

Efectos similares se lograron con el "Sexkoffer" publicado por el gobierno de Austria (N. DEL T. Materiales sexuales usados en los colegios austríacos a fines de la década de 1980). Las películas pornográficas y con contenido sexual se convirtieron entonces en algo común, hasta el punto que se transmitían en pequeños cines (Bahnhofskinos) (N. del T. cines baratos en Alemania que proyectaban pequeñas cintas cerca a las estaciones de tren).

Todavía recuerdo haber visto, mientras caminaba en la ciudad de Ratisbona un día, multitudes haciendo cola ante un gran cine, algo que habíamos visto antes solo en tiempos de guerra, cuando se esperaba una asignación especial. También recuerdo haber llegado a la ciudad el Viernes Santo de 1970 y ver en las vallas publicitarias un gran afiche de dos personas completamente desnudas y abrazadas.

Entre las libertades por las que la Revolución de 1968 peleó estaba la libertad sexual total, una que ya no tuviera normas. La voluntad de usar la violencia, que caracterizó esos años, está fuertemente relacionada con este colapso mental. De hecho, las cintas sexuales ya no se permitían en los aviones porque podían generar violencia en la pequeña comunidad de pasajeros. Y dado que los excesos en la vestimenta también provocaban agresiones, los directores de los colegios hicieron varios intentos para introducir una vestimenta escolar que facilitara un clima para el aprendizaje.

Parte de la fisionomía de la Revolución del 68 fue que la pedofilia también se diagnosticó como permitida y apropiada.

Para los jóvenes en la Iglesia, pero no solo para ellos, esto fue en muchas formas un tiempo muy difícil. Siempre me he preguntado cómo los jóvenes en esta situación se podían acercar al sacerdocio y aceptarlo con todas sus ramificaciones. El extenso colapso de las siguientes generaciones de sacerdotes en aquellos años y el gran número de laicizaciones fueron una consecuencia de todos estos desarrollos.

(2) Al mismo tiempo, independientemente de este desarrollo, la teología moral católica sufrió un colapso que dejó a la Iglesia indefensa ante estos cambios en la sociedad. Trataré de delinear brevemente la trayectoria que siguió este desarrollo.

Hasta el Concilio Vaticano II, la teología moral católica estaba ampliamente fundada en la ley natural, mientras que las Sagradas Escrituras se citaban solamente para tener contexto o justificación. En la lucha del Concilio por un nuevo entendimiento de la Revelación, la opción por la ley natural fue ampliamente abandonada, y se exigió una teología moral basada enteramente en la Biblia.

Aún recuerdo cómo la facultad jesuita en Frankfurt entrenó al joven e inteligente Padre (Schüller) con el propósito de desarrollar una moralidad basada enteramente en las Escrituras. La bella disertación del Padre (Bruno) Schüller muestra un primer paso hacia la construcción de una moralidad basada en las Escrituras. El Padre fue luego enviado a Estados Unidos y volvió habiéndose dado cuenta de que solo con la Biblia la moralidad no podía expresarse sistemáticamente. Luego intentó una teología moral más pragmática, sin ser capaz de dar una respuesta a la crisis de moralidad.

Al final, prevaleció principalmente la hipótesis de que la moralidad debía ser exclusivamente determinada por los propósitos de la acción humana. Si bien la antigua frase “el fin justifica los medios” no fue confirmada en esta forma cruda, su modo de pensar si se había convertido en definitivo.

En consecuencia, ya no podía haber nada que constituya un bien absoluto, ni nada que fuera fundamentalmente malo; (podía haber) solo juicios de valor relativos. Ya no había bien (absoluto), sino solo lo relativamente mejor o contingente en el momento y en circunstancias.

La crisis de la justificación y la presentación de la moralidad católica llegaron a proporciones dramáticas al final de la década de 1980 y en la de 1990. El 5 de enero de 1989 se publicó la “Declaración de Colonia”, firmada por 15 profesores católicos de teología. Se centró en varios puntos de la crisis en la relación entre el magisterio episcopal y la tarea de la teología. (Las reacciones a) este texto, que al principio no fue más allá del nivel usual de protestas, creció muy rápidamente y se convirtió en un grito contra el magisterio de la Iglesia y reunió, clara y visiblemente, el potencial de protesta global contra los esperados textos doctrinales de Juan Pablo II. (cf. D. Mieth, Kölner Erklärung, LThK, VI3, p. 196) (N. del T. El LTHK es el Lexikon für Theologie und Kirche, el Lexicon de Teología y la Iglesia, cuyos editores incluían al teólogo Karl Rahner y al Cardenal alemán Walter Kasper)

El papa Juan Pablo II, que conocía muy bien y que seguía de cerca la situación en la que estaba la teología moral, comisionó el trabajo de una encíclica para poner las cosas en claro nuevamente. Se publicó con el título de Veritatis splendor (El esplendor de la verdad) el 6 de agosto de 1993 y generó diversas reacciones vehementes por parte de los teólogos morales. Antes de eso, el Catecismo de la Iglesia Católica (1992) ya había presentado persuasivamente y de modo sistemático la moralidad como es proclamada por la Iglesia.

Nunca olvidaré cómo el entonces líder teólogo moral de lengua alemana, Franz Böckle, habiendo regresado a su natal Suiza tras su retiro, anunció con respecto a la Veritatis splendor que si la encíclica determinaba que había acciones que siempre y en todas circunstancias podían clasificarse como malas, entonces él la rebatiría con todos los recursos a su disposición.

Fue Dios, el Misericordioso, quien evitó que pusiera en práctica su resolución ya que Böckle murió el 8 de julio de 1991. La encíclica fue publicada el 6 de agosto de 1993 y efectivamente incluía la determinación de que había acciones que nunca pueden ser buenas.

El Papa era totalmente consciente de la importancia de esta decisión en ese momento y para esta parte del texto consultó nuevamente a los mejores especialistas que no tomaron parte en la edición de la encíclica. Él sabía que no debía dejar duda sobre el hecho que la moralidad de balancear los bienes debe tener siempre un límite último. Hay bienes que nunca están sujetos a concesiones.

Hay valores que nunca deben ser abandonados por un valor mayor e incluso sobrepasar la preservación de la vida física. Existe el martirio. Dios es más, incluida la sobrevivencia física. Una vida comprada por la negación de Dios, una vida que se base en una mentira final, no es vida.

El martirio es la categoría básica de la existencia cristiana. El hecho que ya no sea moralmente necesario en la teoría que defiende Böckle y muchos otros demuestra que la misma esencia del cristianismo está en juego aquí.

En la teología moral, sin embargo, otra pregunta se había vuelto apremiante: había ganado amplia aceptación la hipótesis de que el magisterio de la Iglesia debe tener competencia final (“infalibilidad”) solo en materias concernientes a la fe y los asuntos sobre la moralidad no deben caer en el rango de las decisiones infalibles del magisterio de la Iglesia. Hay probablemente algo de cierto en esta hipótesis que garantiza un mayor debate, pero hay un mínimo conjunto de cuestiones morales que están indisolublemente relacionadas al principio fundacional de la fe y que tiene que ser defendido si no se quiere que la fe sea reducida a una teoría y no se le reconozca en su clamor por la vida concreta.

Todo esto permite ver cuán fundamentalmente se cuestiona la autoridad de la Iglesia en asuntos de moralidad. Los que niegan a la Iglesia una competencia en la enseñanza final en esta área la obligan a permanecer en silencio precisamente allí donde el límite entre la verdad y la mentira está en juego.

Independientemente de este asunto, en muchos círculos de teología moral se expuso la hipótesis de que la Iglesia no tiene y no puede tener su propia moralidad. El argumento era que todas las hipótesis morales tendrían su paralelo en otras religiones y, por lo tanto, no existiría una naturaleza cristiana. Pero el asunto de la naturaleza de una moralidad bíblica no se responde con el hecho que para cada sola oración en algún lugar, se puede encontrar un paralelo en otras religiones. En vez de eso, se trata de toda la moralidad bíblica, que como tal es nueva y distinta de sus partes individuales.

La doctrina moral de las Sagradas Escrituras tiene su forma de ser única predicada finalmente en su concreción a imagen de Dios, en la fe en un Dios que se mostró a sí mismo en Jesucristo y que vivió como ser humano. El Decálogo es una aplicación a la vida humana de la fe bíblica en Dios. La imagen de Dios y la moralidad se pertenecen y por eso resulta en el cambio particular de la actitud cristiana hacia el mundo y la vida humana. Además, el cristianismo ha sido descrito desde el comienzo con la palabra hodós (camino, en griego, usado en el Nuevo Testamento para hablar de un camino de progreso).

La fe es una travesía y una forma de vida. En la antigua Iglesia, el catecumenado fue creado como un hábitat en la que los aspectos distintivos y frescos de la forma de vivir la vida cristiana eran al mismo tiempo practicados y protegidos ante la cultura que era cada vez más desmoralizada. Creo que incluso hoy algo como las comunidades de catecumenado son necesarias para que la vida cristiana pueda afirmarse en su propia manera.

II.
Las reacciones eclesiales iniciales
(1) El proceso largamente preparado y en marcha para la disolución del concepto cristiano de moralidad estuvo marcado, como he tratado de demostrar, por la radicalidad sin precedentes de la década de 1960. Esta disolución de la autoridad moral de la enseñanza de la Iglesia necesariamente debió tener un efecto en los distintos miembros de la Iglesia. En el contexto del encuentro de los presidentes de las conferencias episcopales de todo el mundo con el papa Francisco, el asunto de la vida sacerdotal, así como la de los seminarios, es de particular interés. Ya que tiene que ver con el problema de la preparación en los seminarios para el ministerio sacerdotal, hay de hecho una descomposición de amplio alcance en cuanto a la forma previa de preparación.

En varios seminarios se establecieron grupos homosexuales que actuaban más o menos abiertamente, con lo que cambiaron significativamente el clima que se vivía en ellos. En un seminario en el sur de Alemania, los candidatos al sacerdocio y para el ministerio laico de especialistas pastorales (Pastoralreferent) vivían juntos. En las comidas cotidianas, los seminaristas y los especialistas pastorales estaban juntos. Los casados a veces estaban con sus esposas e hijos; y en ocasiones con sus novias. El clima en este seminario no proporcionaba el apoyo requerido para la preparación de la vocación sacerdotal. La Santa Sede sabía de esos problemas sin estar informada precisamente. Como primer paso, se acordó una visita apostólica (N. del T.: investigación) para los seminarios en Estados Unidos.

Como el criterio para la selección y designación de obispos también había cambiado luego del Concilio Vaticano II, la relación de los obispos con sus seminarios también era muy diferente. Por encima de todo se estableció la “conciliaridad” como un criterio para el nombramiento de nuevos obispos, que podía entenderse de varias maneras.

De hecho, en muchos lugares se entendió que las actitudes conciliares tenían que ver con tener una actitud crítica o negativa hacia la tradición existente hasta entonces, y que debía ser reemplazada por una relación nueva y radicalmente abierta con el mundo. Un obispo, que había sido antes rector de un seminario, había hecho que los seminaristas vieran películas pornográficas con la intención de que estas los hicieran resistentes ante las conductas contrarias a la fe.

Hubo –y no solo en los Estados Unidos de América– obispos que individualmente rechazaron la tradición católica por completo y buscaron una nueva y moderna “catolicidad” en sus diócesis. Tal vez valga la pena mencionar que en no pocos seminarios, a los estudiantes que los veían leyendo mis libros se les consideraba no aptos para el sacerdocio. Mis libros fueron escondidos, como si fueran mala literatura, y se leyeron solo bajo el escritorio.

La visita que se realizó no dio nuevas pistas, aparentemente porque varios poderes unieron fuerzas para maquillar la verdadera situación. Una segunda visita se ordenó y esa sí permitió tener datos nuevos, pero al final no logró ningún resultado. Sin embargo, desde la década de 1970 la situación en los seminarios ha mejorado en general. Y, sin embargo, solo aparecieron casos aislados de un nuevo fortalecimiento de las vocaciones sacerdotales ya que la situación general había tomado otro rumbo.

(2) El asunto de la pedofilia, según recuerdo, no fue agudo sino hasta la segunda mitad de la década de 1980. Mientras tanto, ya se había convertido en un asunto público en Estados Unidos, tanto así que los obispos fueron a Roma a buscar ayuda ya que la ley canónica, como se escribió en el nuevo Código (1983), no parecía suficiente para tomar las medidas necesarias. Al principio Roma y los canonistas romanos tuvieron dificultades con estas preocupaciones ya que, en su opinión, la suspensión temporal del ministerio sacerdotal tenía que ser suficiente para generar purificación y clarificación. Esto no podía ser aceptado por los obispos estadounidenses, porque de ese modo los sacerdotes permanecían al servicio del obispo y así eran asociados directamente con él. Lentamente fue tomando forma una renovación y profundización de la ley penal del nuevo Código, que había sido construida adrede de manera holgada.

Además y sin embargo, había un problema fundamental en la percepción de la ley penal. Solo el llamado garantismo (una especie de proteccionismo procesal) era considerado como “conciliar”. Esto significa que se tenía que garantizar, por encima de todo, los derechos del acusado hasta el punto en que se excluyera del todo cualquier tipo de condena. Como contrapeso ante las opciones de defensa, disponibles para los teólogos acusados y con frecuencia inadecuadas, su derecho a la defensa usando el garantismo se extendió a tal punto que las condenas eran casi imposibles.

Permítanme un breve excurso en este punto. A la luz de la escala de la inconducta pedófila, una palabra de Jesús nuevamente salta a la palestra: “Y cualquiera que haga tropezar a uno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera si le hubieran atado al cuello una piedra de molino de las que mueve un asno, y lo hubieran echado al mar” (Mc 9,42).

La palabra “pequeños” en el idioma de Jesús significa los creyentes comunes que pueden ver su fe confundida por la arrogancia intelectual de aquellos que creen que son inteligentes. Entonces, aquí Jesús protege el depósito de la fe con una amenaza o castigo enfático para quienes hacen daño.

El uso moderno de la frase no es en sí mismo equivocado, pero no debe oscurecer el significado original. En él queda claro, contra cualquier garantismo, que no solo el derecho del acusado es importante y requiere una garantía. Los grandes bienes como la fe son igualmente importantes.

Entonces, una ley canónica balanceada que se corresponda con todo el mensaje de Jesús no solo tiene que proporcionar una garantía para el acusado, para quien el respeto es un bien legal, sino que también tiene que proteger la fe que también es un importante bien legal. Una ley canónica adecuadamente formada tiene que contener entonces una doble garantía: la protección legal del acusado y la protección legal del bien que está en juego. Si hoy se presenta esta concepción inherentemente clara, generalmente se cae en hacer oídos sordos cuando se llega al asunto de la protección de la fe como un bien legal. En la consciencia general de la ley, la fe ya no parece tener el rango de bien que requiere protección. Esta es una situación alarmante que los pastores de la Iglesia tienen que considerar y tomar en serio.

Ahora me gustaría agregar, a las breves notas sobre la situación de la formación sacerdotal en el tiempo en el que estalló la crisis, algunas observaciones sobre el desarrollo de la ley canónica en este asunto.

En principio, la Congregación para el Clero es la responsable de lidiar con crímenes cometidos por sacerdotes, pero dado que el garantismo dominó largamente la situación en ese entonces, estuve de acuerdo con el Papa Juan Pablo II en que era adecuado asignar estas ofensas a la Congregación para la Doctrina de la Fe, bajo el título de "Delicta maiora contra fidem".

Esto hizo posible imponer la pena máxima, es decir la expulsión del estado clerical, que no se habría podido imponer bajo otras previsiones legales. Esto no fue un truco para imponer la máxima pena, sino una consecuencia de la importancia de la fe para la Iglesia. De hecho, es importante ver que tal inconducta de los clérigos al final daña la fe.

Allí donde la fe ya no determina las acciones del hombre es que tales ofensas son posibles.

La severidad del castigo, sin embargo, también presupone una prueba clara de la ofensa: este aspecto del garantismo permanece en vigor.

En otras palabras, para imponer la máxima pena legalmente, se requiere un proceso penal genuino, pero ambos, las diócesis y la Santa Sede se ven sobrepasados por tal requerimiento. Por ello formulamos un nivel mínimo de procedimientos penales y dejamos abierta la posibilidad de que la misma Santa Sede asuma el juicio allí donde la diócesis o la administración metropolitana no pueden hacerlo. En cada caso, el juicio debe ser revisado por la Congregación para la Doctrina de la Fe para garantizar los derechos del acusado. Finalmente, en la feria cuarta (N. del T. la asamblea de los miembros de la Congregación) establecimos una instancia de apelación para proporcionar la posibilidad de apelar.

Ya que todo esto superó en la realidad las capacidades de la Congregación para la Doctrina de la Fe y ya que las demoras que surgieron tenían que ser previstas dada la naturaleza de esta materia, el Papa Francisco ha realizado reformas adicionales.

III.
(1) ¿Qué se debe hacer? ¿Tal vez deberíamos crear otra Iglesia para que las cosas funcionen? Bueno, ese experimento ya se ha realizado y ya ha fracasado. Solo la obediencia y el amor por nuestro Señor Jesucristo pueden indicarnos el camino, así que primero tratemos de entender nuevamente y desde adentro (de nosotros mismos) lo que el Señor quiere y ha querido con nosotros.

Primero, sugeriría lo siguiente: si realmente quisiéramos resumir muy brevemente el contenido de la fe como está en la Biblia, tendríamos que hacerlo diciendo que el Señor ha iniciado una narrativa de amor con nosotros y quiere abarcar a toda la creación en ella. La forma de pelear contra el mal que nos amenaza a nosotros y a todo el mundo, solo puede ser, al final, que entremos en este amor. Es la verdadera fuerza contra el mal, ya que el poder del mal emerge de nuestro rechazo a amar a Dios. Quien se confía al amor de Dios es redimido. Nuestro ser no redimidos es una consecuencia de nuestra incapacidad de amar a Dios. Aprender a amar a Dios es, por lo tanto, el camino de la redención humana.

Tratemos de desarrollar un poco más este contenido esencial de la revelación de Dios. Podemos entonces decir que el primer don fundamental que la fe nos ofrece es la certeza de que Dios existe. Un mundo sin Dios solo puede ser un mundo sin significado. De otro modo, ¿de dónde vendría todo? En cualquier caso, no tiene propósito espiritual. De algún modo está simplemente allí y no tiene objetivo ni sentido. Entonces no hay estándares del bien ni del mal, y solo lo que es más fuerte que otra cosa puede afirmarse a sí misma y el poder se convierte en el único principio. La verdad no cuenta, en realidad no existe. Solo si las cosas tienen una razón espiritual tienen una intención y son concebidas. Solo si hay un Dios Creador que es bueno y que quiere el bien, la vida del hombre puede entonces tener sentido.

Existe un Dios como creador y la medida de todas las cosas es una necesidad primera y primordial, pero un Dios que no se exprese para nada a sí mismo, que no se hiciese conocido, permanecería como una presunción y podría entonces no determinar la forma [Gestalt] de nuestra vida. Para que Dios sea realmente Dios en esta creación deliberada, tenemos que mirarlo para que se exprese a sí mismo de alguna forma. Lo ha hecho de muchas maneras, pero decisivamente lo hizo en el llamado a Abraham y que le dio a la gente que buscaba a Dios la orientación que lleva más allá de toda expectativa: Dios mismo se convierte en criatura, habla como hombre con nosotros los seres humanos.

En este sentido la frase “Dios es”, al final se convierte en un mensaje verdaderamente gozoso, precisamente porque Él es más que entendimiento, porque Él crea –y es– amor para que una vez más la gente sea consciente de esta, la primera y fundamental tarea confiada a nosotros por el Señor.

Una sociedad sin Dios –una sociedad que no lo conoce y que lo trata como no existente– es una sociedad que pierde su medida. En nuestros días fue que se acuñó la frase de la muerte de Dios. Cuando Dios muere en una sociedad, se nos dijo, esta se hace libre. En realidad, la muerte de Dios en una sociedad también significa el fin de la libertad porque lo que muere es el propósito que proporciona orientación, dado que desaparece la brújula que nos dirige en la dirección correcta que nos enseña a distinguir el bien del mal. La sociedad occidental es una sociedad en la que Dios está ausente en la esfera pública y no tiene nada que ofrecerle. Y esa es la razón por la que es una sociedad en la que la medida de la humanidad se pierde cada vez más. En puntos individuales, de pronto parece que lo que es malo y destruye al hombre se ha convertido en una cuestión de rutina.

Ese es el caso con la pedofilia. Se teorizó solo hace un tiempo como algo legítimo, pero se ha difundido más y más. Y ahora nos damos cuenta con sorpresa de que las cosas que les están pasando a nuestros niños y jóvenes amenazan con destruirlos. El hecho de que esto también pueda extenderse en la Iglesia y entre los sacerdotes es algo que nos debe molestar de modo particular.

¿Por qué la pedofilia llegó a tales proporciones? Al final de cuentas, la razón es la ausencia de Dios. Nosotros, cristianos y sacerdotes, también preferimos no hablar de Dios porque este discurso no parece ser práctico. Luego de la convulsión de la Segunda Guerra Mundial, nosotros en Alemania todavía teníamos expresamente en nuestra Constitución que estábamos bajo responsabilidad de Dios como un principio guía. Medio siglo después, ya no fue posible incluir la responsabilidad para con Dios como un principio guía en la Constitución europea. Dios es visto como la preocupación partidaria de un pequeño grupo y ya no puede ser un principio guía para la comunidad como un todo. Esta decisión se refleja en la situación de Occidente, donde Dios se ha convertido en un asunto privado de una minoría.

Una tarea primordial, que tiene que resultar de las convulsiones morales de nuestro tiempo, es que nuevamente comencemos a vivir por Dios y bajo Él. Por encima de todo, nosotros tenemos que aprender una vez más a reconocer a Dios como la base de nuestra vida en vez de dejarlo a un lado como si fuera una frase no efectiva. Nunca olvidaré la advertencia del gran teólogo Hans Urs von Balthasar que una vez me escribió en una de sus postales: “¡No presuponga al Dios trino: Padre, Hijo y Espíritu Santo, preséntelo!”.

De hecho, en la teología Dios siempre se da por sentado como un asunto de rutina, pero en lo concreto uno no se relaciona con Él. El tema de Dios parece tan irreal, tan expulsado de las cosas que nos preocupan y, sin embargo, todo se convierte en algo distinto si no se presupone sino que se presenta a Dios. No dejándolo atrás como un marco, sino reconociéndolo como el centro de nuestros pensamientos, palabras y acciones.

(2) Dios se hizo hombre por nosotros. El hombre como Su criatura es tan cercano a Su corazón que Él se ha unido a sí mismo con él y ha entrado así en la historia humana de una forma muy práctica. Él habla con nosotros, vive con nosotros, sufre con nosotros y asumió la muerte por nosotros. Hablamos sobre esto en detalle en la teología, con palabras y pensamientos aprendidos, pero es precisamente de esta forma que corremos el riesgo de convertirnos en maestros de fe en vez de ser renovados y hechos maestros por la fe.

Consideremos esto con respecto al asunto central: la celebración de la Santa Eucaristía. Nuestro manejo de la Eucaristía solo puede generar preocupación. El Concilio Vaticano II se centró correctamente en regresar este sacramento de la presencia del cuerpo y la sangre de Cristo, de la presencia de Su persona, de su Pasión, Muerte y Resurrección, al centro de la vida cristiana y la misma existencia de la Iglesia. En parte esto realmente ha ocurrido y deberíamos estar agradecidos al Señor por ello.

Y sin embargo prevalece una actitud muy distinta. Lo que predomina no es una nueva reverencia por la presencia de la muerte y resurrección de Cristo, sino una forma de lidiar con Él que destruye la grandeza del Misterio. La caída en la participación de las celebraciones eucarísticas dominicales muestra lo poco que los cristianos de hoy saben sobre apreciar la grandeza del don que consiste en Su Presencia real. La Eucaristía se ha convertido en un mero gesto ceremonial cuando se da por sentado que la cortesía requiere que sea ofrecido en celebraciones familiares o en ocasiones como bodas y funerales a todos los invitados por razones familiares.

La forma en la que la gente simplemente recibe el Santísimo Sacramento en la comunión como algo rutinario muestra que muchos la ven como un gesto puramente ceremonial. Por lo tanto, cuando se piensa en la acción que se requiere primero y primordialmente, es bastante obvio que no necesitamos otra Iglesia con nuestro propio diseño. En vez de ello se requiere, primero que nada, la renovación de la fe en la realidad de que Jesucristo se nos es dado en el Santísimo Sacramento.

En conversaciones con víctimas de pedofilia, me hicieron muy consciente de este requisito primero y fundamental. Una joven que había sido acólita me dijo que el capellán, su superior en el servicio del altar, siempre la introducía al abuso sexual que él cometía con estas palabras: “Este es mi cuerpo que será entregado por ti”.

Es obvio que esta mujer ya no puede escuchar las palabras de la consagración sin experimentar nuevamente la terrible angustia de los abusos. Sí, tenemos que implorar urgentemente al Señor por su perdón, pero antes que nada tenemos que jurar por Él y pedirle que nos enseñe nuevamente a entender la grandeza de Su sufrimiento y Su sacrificio. Y tenemos que hacer todo lo que podamos para proteger del abuso el don de la Santísima Eucaristía.

(3) Y finalmente, está el Misterio de la Iglesia. La frase con la que Romano Guardini, hace casi 100 años, expresó la esperanza gozosa que había en él y en muchos otros, permanece inolvidable: “Un acontecimiento de importancia incalculable ha comenzado, la Iglesia está despertando en las almas”.

Se refería a que la Iglesia ya no era experimentada o percibida simplemente como un sistema externo que entraba en nuestras vidas, como una especie de autoridad, sino que había comenzado a ser percibida como algo presente en el corazón de la gente, como algo no meramente externo sino que nos movía interiormente. Casi 50 años después, al reconsiderar este proceso y viendo lo que ha estado pasando, me siento tentado a revertir la frase: “La Iglesia está muriendo en las almas”.

De hecho, hoy la Iglesia es vista ampliamente solo como una especie de aparato político. Se habla de ella casi exclusivamente en categorías políticas y esto se aplica incluso a obispos que formulan su concepción de la Iglesia del mañana casi exclusivamente en términos políticos. La crisis, causada por los muchos casos de abusos de clérigos, nos hace mirar a la Iglesia como algo casi inaceptable que tenemos que tomar en nuestras manos y rediseñar. Pero una Iglesia que se hace a sí misma no puede constituir esperanza.

Jesús mismo comparó la Iglesia a una red de pesca en la que Dios mismo separa los buenos peces de los malos. También hay una parábola de la Iglesia como un campo en el que el buen grano que Dios mismo sembró crece junto a la mala hierba que “un enemigo” secretamente echó en él. De hecho, la mala hierba, en el campo de Dios, la Iglesia, son ahora excesivamente visibles y los peces malos en la red también muestran su fortaleza. Sin embargo, el campo es aún el campo de Dios y la red es la red de Dios. Y en todos los tiempos, no solo ha habido mala hierba o peces malos, sino también los sembríos de Dios y los buenos peces. Proclamar ambos con énfasis y de la misma forma no es una manera falsa de apologética, sino un necesario servicio a la Verdad.

En este contexto es necesario referirnos a un importante texto en la Revelación a Juan. El demonio es identificado como el acusador que acusa a nuestros hermanos ante Dios día y noche. (Ap 12, 10). El Apocalipsis toma entonces un pensamiento que está al centro de la narrativa en el libro de Job (Job 1 y 2, 10; 42:7-16). Allí se dice que el demonio buscaba mostrar que lo correcto en la vida de Job ante Dios era algo meramente externo. Y eso es exactamente lo que el Apocalipsis tiene que decir: el demonio quiere probar que no hay gente correcta, que su corrección solo se muestra en lo externo. Si uno pudiera acercarse, entonces la apariencia de justicia se caería rápidamente.

La narración comienza con una disputa entre Dios y el demonio, en la que Dios se ha referido a Job como un hombre verdaderamente justo. Ahora va a ser usado como un ejemplo para probar quién tiene razón. El demonio pide que se le quiten todas sus posesiones para ver que nada queda de su piedad. Dios le permite que lo haga, tras lo cual Jon actúa positivamente. Luego el demonio presiona y dice: “¡Piel por piel! Sí, todo lo que el hombre tiene dará por su vida. Sin embargo, extiende ahora tu mano y toca su hueso y su carne, verás si no te maldice en tu misma cara". (Job 2,4f).

Entonces Dios le otorga al demonio un segundo turno. También toca la piel de Job y solo le está negado matarlo. Para los cristianos es claro que este Job, que está de pie ante Dios como ejemplo para toda la humanidad, es Jesucristo. En el Apocalipsis el drama de la humanidad nos es presentado en toda su amplitud.

El Dios Creador es confrontado con el demonio que habla a toda la humanidad y a toda la creación. Le habla no solo a Dios, sino y sobre todo a la gente: Miren lo que este Dios ha hecho. Supuestamente una buena creación. En realidad está llena de miseria y disgustos. El desaliento de la creación es en realidad el menosprecio de Dios. Quiere probar que Dios mismo no es bueno y alejarnos de Él.

La oportunidad en la que el Apocalipsis no está hablando aquí es obvia. Hoy, la acusación contra Dios es sobre todo menosprecio de Su Iglesia como algo malo en su totalidad y por lo tanto nos disuade de ella. La idea de una Iglesia mejor, hecha por nosotros mismos, es de hecho una propuesta del demonio, con la que nos quiere alejar del Dios viviente usando una lógica mentirosa en la que fácilmente podemos caer. No, incluso hoy la Iglesia no está hecha solo de malos peces y mala hierba. La Iglesia de Dios también existe hoy, y hoy es ese mismo instrumento a través del cual Dios nos salva.

Es muy importante oponerse con toda la verdad a las mentiras y las medias verdades del demonio: sí, hay pecado y mal en la Iglesia, pero incluso hoy existe la Santa Iglesia, que es indestructible. Además hoy hay mucha gente que humildemente cree, sufre y ama, en quien el Dios verdadero, el Dios amoroso, se muestra a Sí mismo a nosotros. Dios también tiene hoy Sus testigos ("martyres") en el mundo. Nosotros solo tenemos que estar vigilantes para verlos y escucharlos.

La palabra mártir está tomada de la ley procesal. En el juicio contra el demonio, Jesucristo es el primer y verdadero testigo de Dios, el primer mártir, que desde entonces ha sido seguido por incontables otros.

El hoy de la Iglesia es más que nunca una Iglesia de mártires y por ello un testimonio del Dios viviente. Si miramos a nuestro alrededor y escuchamos con un corazón atento, podremos hoy encontrar testigos en todos lados, especialmente entre la gente ordinaria, pero también en los altos rangos de la Iglesia, que se alzan por Dios con sus vidas y su sufrimiento. Es una inercia del corazón lo que nos lleva a no desear reconocerlos. Una de las grandes y esenciales tareas de nuestra evangelización es, hasta donde podamos, establecer hábitats de fe y, por encima de todo, encontrar y reconocerlos.

Vivo en una casa, en una pequeña comunidad de personas que descubren tales testimonios del Dios viviente una y otra vez en la vida diaria, y que alegremente me comentan esto. Ver y encontrar a la Iglesia viviente es una tarea maravillosa que nos fortalece y que, una y otra vez, nos hace alegres en nuestra fe.

Al final de mis reflexiones me gustaría agradecer al papa Francisco por todo lo que hace para mostrarnos siempre la luz de Dios que no ha desaparecido, incluso hoy. ¡Gracias Santo Padre!

Benedicto XVI

jueves, 20 de julio de 2017

Falsos dilemas

He leído con interés el artículo de un amigo que equipara a los yucatecos con Trump por ser xenófobos al culpar "siempre" a "los fuereños" de todo lo malo que pase en el Estado. 
Me parece que el artículo cae en las mismas generalizaciones que dice rechazar al hablar de "los yucatecos" son así, o son asá... la inmensa mayoría de los yucatecos son gente bondadosa y hospitalaria e incluso sumamente amable con el "fuereño", aspecto que el artículo ignora rotundamente, descalificando a "los yucatecos" de xenófobos y a cualquier comentario y decisión que pretenda cierto tipo de protección frente al que viene de fuera con comportamientos delictivos, lo que no implica que no haya también muchos yucatecos ídem. 
Por otro lado, y este es el punto que más llama mi atención, critica como el principal obstáculo a los "conservadores", a la perspectiva de "superioridad moral", etc. erigiéndose en el juez de este "tipo" de personas.
En algún punto se crearon y fomentaron estereotipos, como calificar de "mente abierta" a los de izquierda y de "retrógrados" a los de derecha, es esa dualidad artificial que quiere vendernos en paquete completo una perspectiva en confrontación con la otra, como si fueran dos mundos irreconciliables. 
En ese sentido, el creyente se ve obligado artificialmente a elegir entre la propuesta política moralmente más conforme a la doctrina católica y la propuesta económica que promueva más la justicia y el destino universal de los bienes, es decir, el sistema lo obliga a comprar un "paquete completo" que no desea o que no es conforme al ideal cristiano, que contempla la vivencia de los valores morales y la promoción de la justicia social.
Algo parecido pasa con las batallas culturales de la actualidad, en las que pareciera (falsamente) que la rectitud doctrinal está peleada con la caridad: o eres pro-aborto o eres pro-vida y por tanto retrógrado y culpable de que mueran tantas mujeres en abortorios clandestinos; o eres pro-divorcio o eres pro-matrimonio para toda la vida y culpable de perpetuar el esquema que ha mantenido la opresión; o eres pro-LGTBIX o eres pro-sexualidad natural y por tanto homofóbico y por tanto culpable de la violencia y conculcación de derechos fundamentales. 
No sé si se logro evidenciar el falso dilema que pretende presentar las opciones pro-vida, pro-familia, pro-sexualidad desde la fisiología y desde la fe, como culpables de todos los males del mundo.
La caridad y la verdad son expresiones del mismo valor, el amor y la verdad han de ir de la mano, so pena de perder ambos en el intento.

domingo, 21 de mayo de 2017

Lo que de verdad importa

Tal es el engañoso título en español de la película The Healer (El Curandero). Después de algunos comentarios polémicos por parte de algunas personas en mi muro de FB me decidí a ir a verla.
Les comparto mi opinión personal.
La verdad esperaba una película bien armada y pensada y en su lugar me encontré con una película bastante superficial, con una trama bastante floja y, en muchos momentos, aburrida. Sensiblera pero demasiado obvia. Nada que ver con los comentarios que la alaban casi como la próxima ganadora del Oscar y pintan al director como un genio (nada que ver)... pero tampoco nada que ver con quienes esperan encontrar mensajes satánicos. Las actuaciones son bastante ñoñas y no logran interesar al espectador ni involucrarlo sentimentalmente con los personajes y el "happy end", demasiado evidente y caricaturesco.
En primer lugar, analicemos la trama: una familia que tiene el don de sanar, son curanderos que tienen ese don como herencia familiar, incluso atribuido al Ser Supremo, don que "brinca" siempre una generación. Entiendo que pretende ser una trama de fantasía.
Sin embargo, para ser fantasía le da un lugar demasiado preponderante a la iglesia (en este caso a la iglesia anglicana), por lo que elige como interlocutora a la fe cristiana, es decir elige una interlocutora que sí existe. Esta interlocutora es representada por un "padre" que no tiene fe, con pinta de hombre desordenado, obeso y fachoso que ocupa un lugar especial en la comunidad. Nunca se menciona a Cristo. A pesar de ser una comunidad anglicana, en el sótano aparece una imagen de la Virgen de Guadalupe, imágenes de ángeles y cuervos negros, en una extraña mezcla de catolicismo, New Age y religiones oscuras, todo como parte del mismo imaginario religioso sincretista, reforzado, además con la expresión "si no crees en El, llámalo como quieras".
La comunidad es una comunidad no convertida que espera que el curandero les resuelva la vida (desde vencer la diabetes hasta conseguir matrimonio).
El personaje principal no es creyente en Dios ni se convierte a Dios a pesar de recuperar su poder. La peor escena en cuanto religión ocurre en la Iglesia anglicana cuando el tipo se pone a tratar como un bellaco a Dios, manosea la memoria de su hermano al que le pide que golpee de su parte a Dios. La escena tarda un minuto o dos, pero es bastante ofensiva,especialmente en sus maneras de insultar, exigirle y ordenarle a Dios.
La idea de sexualidad también aparece: él es promiscuo y cuando conquista a la chica lo que hace es llevarla a la cama, aunque la escena es maneja muy "discretamente". Llama más la atención el guiño al homosexualismo: ella se "define" como lesbiana, el tipo intenta "convertirla" a la heterosexualidad con un beso, ella le sugiere que mejor él cambie su orientación probando besar a un hombre. La chica enferma de cáncer es "experta" en el tema del lesbianismo...
La realidad de los enfermos de cáncer es representada por la joven Abi quien se ve en todo momento dueña de la situación, más lista que los adultos, a quienes incluso aconseja, engaña e impulsa a decidirse. Su situación como enferma solo la conocemos porque el guión lo dice, pues ella luce en todo momento espectacular física y emocionalmente. No estoy seguro de si ese modo de representar a los enfermos de cáncer se deba a una decisión de que no utilizar la enfermedad con fines sensibleros o a que no se quiso herir los sentimientos de quienes estén en esa situación.

Mención aparte merece el extraño simbolismo de la libélula que aparece en varios momentos del filme, al menos recuerdo que aparece al principio y ciertamente al final, cuando atraviesa la cerradura del sótano y nos enseña que el cuadro del protagonista ya está entre los curanderos. El simbolismo de la libélula es el mismo del poema fuera de lugar que dice Abi, "vive el momento, vive al máximo". Este podría ser el mensaje interpretativo de la película. Un mensaje que se oye atractivo de no ser porque tiene una vertiente oscura: vivir sin pensar en las consecuencias. Idea reforzada por el planteamiento sobre un cielo seguro desvinculado de las propias decisiones.

Al final se afirma que los curanderos SÍ existen y son quienes hacen algo a favor de los niños, como Paul Newman, papá de la actual presidenta de la fundación que apoya la película. Una idea positiva en cuanto a que las personas podemos ayudar y hacer un cambio.
Insoportable el mensaje de Arango al final de la película, durante los créditos.
Total que los 109 minutos que tarda está película son un verdadero desperdicio.
Estoy seguro que no entrarás en crisis de fe por verla, tampoco tus hijos, solo habrás perdido el tiempo. Estoy empezando a pensar que la donación de las entradas a asociaciones de niños con cáncer y de alimento a niños es una estrategia para que la película no naufrague por sonsa, superficial y aburrida.


jueves, 6 de abril de 2017

Peligros libro "Sanación de las Familias"

Los padres de la misericordia 
Declaración sobre los Peligros del Libro: La Sanación de las Familias por el P. Yozefu-B. Ssemakula 

(NOTA/ACTUALIZACIÓN 22.03.2018: Este documento ha sido retirado de la página oficial de los Padres de la Misericordia debido a un juicio canónico promovido por el padre afectado... ignoro si el juicio promovido versó sobre la capacidad de los Padres de la Misericordia de emitir este tipo de orientaciones pastorales o sobre la veracidad de las afirmaciones, he escrito a los Padres para investigar un poco más... en espera de su respuesta)

(NOTA/ACTUALIZACIÓN 04.JULIO.2020: Hacia tiempo que no entraba a mi blog. En 2016 el entonces Obispo de Pennsacola-Tallahassee, Gregory L. Parkes, quien ahora es el obispo de San Petersburgo emitió una carta en la que infformaba al público que el libro no recibió el imprimatur debido a "errores con el texto en el área de teología". En ese momento, el obispo afirmó que el padre Ssemakula estaba "trabajando para remediar la situación".
Algunos de estos errores teológicos incluyen reducir la misión de Cristo en “curar” más que salvar, presentar el sufrimiento como "innecesario" y fuera de la voluntad de Dios para nosotros, y que el sufrimiento de Jesús no fue querido por el Padre o el Hijo. 
Al llegar el nuevo Obispo, William Wack, se publica un comunicado escueto en el que se afirma que el libro “no necesita imprimatur”, “ninguna aceptación o rechazo hacia el libro ha sido dado por mi o por mis delegados” y que “bendice al Padre Yozef y que espera que las personas que vayan al Seminario encuentren lo que buscan”. Sin embargo, NO SE AFIRMA QUE LOS ERRORES TEOLÓGICOS HAYAN SIDO CORREGIDOS ni que esta valoración teológica emitida anteriormente por la Diócesis hayan sido los equivocados. Me uno a los buenos deseos del Obispo Wallack hacia las personas que vivan este seminario o lean el libro. Por mi parte no pienso recomendarlo hasta tener información de que o el padre corrigió su libro o que la petición de los teólogos de que corrigiera estaba equivocada. Dejare este post solo como testimonio documental en la espera de aclarar mejor la situación)

¿Por qué estamos escribiendo? 
Los Padres de la Misericordia son una comunidad religiosa de sacerdotes católicos que son predicadores misioneros con sede en Kentucky. Nuestro carisma es llevar la Misericordia de Dios a todos los hombres y mujeres a través de la predicación de las misiones parroquiales y retiros, y la dotación de personal de las parroquias en áreas rurales o descuidadas. Puesto que nuestro carisma religioso se centra en la Infinita Misericordia de Dios, creemos firmemente en el poder de la Misericordia de Dios para curar las heridas de cada persona que se vuelve hacia Él - heridas que provienen de nuestros pecados personales y a veces de pecados cometidos contra nosotros . 
Nuestro Señor Jesucristo quiere sanar nuestras heridas, especialmente aquellas heridas espirituales y emocionales que nos impiden obedecer los dos grandes mandamientos del Señor: Ama a Dios con todo tu corazón, alma, mente y fuerza y ama a tu prójimo como a ti mismo. En ocasiones Nuestro Señor elige sanar las heridas físicas en nuestras vidas - heridas que provienen de accidentes o enfermedades (físicas y psicológicas). Debido a la estrecha relación entre la Misericordia de Dios y la cura espiritual y emocional, varios de nuestros sacerdotes están involucrados en varios tipos de ministerios de sanación: el Instituto del Espíritu Santo; Curación post-aborto (retiros de Rachel's Vineyard); La Renovación Carismática Católica; Curación de matrimonios con problemas y rotos (Retrouvaille y el Apostolado de la Casa Alexander); Y Sí, los Padres de la Misericordia, por experiencia, creen que Dios sana.
 Es debido a nuestro intenso interés en sanar que el libro La curación de las familias: Cómo orar con eficacia para esos obstinados problemas personales y familiares del P. Yozefu-B. Ssemakula llamó nuestra atención.

Nuestras preocupaciones acerca de “La Sanación de las familias”:

 Varios clérigos y laicos que conocemos han leído este libro, o han asistido a seminarios realizados por el P. Ssemakula. Hay informes de grandes curaciones físicas, emocionales y espirituales en sus familias; A pesar de las muchas sanaciones reportadas, también se han expresado muchas preocupaciones acerca de las contradicciones teológicas y la nueva enseñanza espiritual en el libro. Debido a sus informes, decidimos echar un vistazo más de cerca al libro. Nuestras principales preocupaciones, expresadas de la manera más sencilla posible, son las siguientes: 
1. Una obra teológica y espiritual, como La curación de las familias, escrita por un sacerdote católico, no debe publicarse sin aprobación eclesiástica
. • Fr. El trabajo de Ssemakula fue revisado y rechazado para la aprobación de la Iglesia. Declaración oficial del Obispo Parkes: http://www.ptdiocese.org/documents/Bishop/Ssemakula.pdf. A pesar del rechazo debido a errores teológicos, todavía lo publicó.
 • Fr. Ssemakula dijo a los asistentes a la "conferencia del clero sólo" en febrero de 2014, que su obispo le había dicho que "no había necesidad de un imprimatur", y que “hubo [otros] obispos que le han ofrecido un imprimatur” en su libro. Esto era una tergiversación de la verdad; No se puede otorgar ningún imprimatur mientras haya errores teológicos. Su libro y ministerio está siendo revisado una vez más por la Diócesis de Pensacola-Tallahassee.
2. Hay serios problemas con la forma en que Dios es retratado, haciéndolo en un tipo agradable indefenso superado por Satanás. Parece ser presentado como teniendo dos voluntades distintas, que es teológicamente errónea. Esta es una caricatura del Dios a quien adoramos como cristianos católicos. 
3. El uso imprudente de términos absolutos, cuando se habla de Dios y Satanás, rompe con el Misterio de Dios y el reino angelical; reduciendo la curación a un sistema mecánico consistente en "decir las oraciones correctas". 
4. Este libro exagera la curación física, dejando así el tipo más importante de curación - la curación espiritual - en una posición secundaria. 5. En el libro hay una idea seriamente disminuida de la misión de Jesucristo – se presenta como su “misión principal” la sanación - cuando, de hecho, Él vino a sufrir y morir para salvarnos del pecado y de la muerte eterna. Jesús realizó  sanaciones para preparar al pueblo para su misión espiritual como Redentor.
6. Esta comprensión disminuida de la misión de Jesucristo conduce a serios problemas con el modo en que el libro presenta el sufrimiento humano. Este libro presenta el sufrimiento como casi siempre innecesario, y por lo tanto inútil, y que está fuera de la voluntad de Dios para nosotros. No reconoce el gran bien que Dios puede hacer en nuestras vidas a través de los sufrimientos. En esencia, hay un concepto radicalmente erróneo de la Cruz de Jesucristo en este libro, y con él, una negación implícita de la importancia de la cruz en nuestras vidas como cristianos. 
• Este libro presenta los sufrimientos como provenientes (casi siempre) de las maquinaciones del Maligno, y por lo tanto, fuera del reino de la Divina Providencia (el plan de Dios para nuestra eterna felicidad en el cielo). También afirma que el sufrimiento REAL está reservado exclusivamente para los santos solos; Una contradicción directa con la Doctrina del Sufrimiento Redentor. 
• Fr. Ssemakula cita la Carta Apostólica de San Juan Pablo II “Salvifici Doloris: Sobre el Significado Cristiano del Sufrimiento Humano”, como un libro recomendado para lectura adicional; sin embargo, el libro de Fr. Ssemakula no puede reconciliarse con la enseñanza de esa Carta Apostólica, especialmente en lo que se refiere al significado y la necesidad de la Cruz en la vida de cada uno de los cristianos.
7. El libro de Fr. Ssemakula hace las siguientes declaraciones: "Ahora, ese sufrimiento [de Jesucristo] no fue deseado ni el Padre ni por el Hijo. Lo que el Padre quería era salvar al mundo, no la muerte de Su Hijo. "" Él no vino a morir, sino a salvar, y terminó muriendo ... " Estas declaraciones son absolutamente contrarias a las profecías bíblicas de la redención producida a través del sufrimiento y la muerte del Mesías, y la constante tradición de la Iglesia y sus santos. 
8. Este libro presenta una imagen distorsionada de nuestro principal enemigo - Satanás / Lucifer / El Diablo - dándole poderes y "derechos" que él no posee, y al mismo tiempo, presentándolo como deseando solamente causar nuestra ruina, estragos, dolor (en esta vida), cuando en realidad, el verdadero objetivo de Satanás es nuestra destrucción espiritual por el pecado y nuestra condenación eterna. 
9. Este libro desvirtúa el hecho de que Dios pueda corregirnos en este mundo, afirmando más bien que todos los males / sufrimientos son "consecuencia de pecados". Esto es claramente contrario a la Escritura y la Tradición, en la que Dios usa los sufrimientos para traernos de vuelta a Él mismo (nuestro Conversión), corregir nuestras faltas,  liberarnos de los efectos de nuestros pecados (purificación), y unirnos más estrechamente a Él en Su Pasión y Muerte (santificación). 
10. Este libro habla a menudo, en un tono denigrante, de la "mentalidad del Antiguo Testamento" al hablar de personas que creen que Dios nos corrige por el pecado en este mundo. Consideramos que esto es irrespetuoso con los escritos inspirados del Antiguo Testamento y engañoso en cuanto a la enseñanza inspirada dentro de esos escritos. 
11. Este libro está repleto de "textos de prueba", un grave mal uso de la Sagrada Escritura en el que los pasajes son sacados de contexto para "probar" un punto que no está respaldado por el claro significado de los pasajes de las Escrituras. También hay una grave ausencia de referencia al Catecismo, a los Padres de la Iglesia o a los Santos. 
12. Gran parte de la "teología" de este libro se basa en un “texto de prueba” de Oseas 4, 6. Este pasaje mal citado es usado para decir que el "sistema" que el libro enseña fue diseñado por Dios (para nuestra bendición), pero ha sido secuestrado por Satanás (quien lo usa para causar dolor y sufrimiento). El libro pretende enseñar a sus lectores cómo usar este sistema para superar el poder de Satanás. Todo esto se basa en una lectura errónea de la Escritura. 
13. La teología en este libro se parece a varias herejías antiguas: 
• Gnosticismo - enseña un "sistema" que nadie en la historia de la Iglesia sabía hasta que el P. Ssemakula comenzó su enseñanza, porque "el mundo no estaba listo para ello hasta ahora". 
• Maniqueísmo - Satanás es tan poderoso que incluso Dios Todopoderoso es impotente para liberarnos de su poder (Dios se queda "retorciendo sus manos"). 
• Pelagianismo - el poder de ser liberados de Satanás está en nuestras manos, no en la gracia libre del Dios Todopoderoso.
14. En este libro, Fr. Ssemakula hace una afirmación explícita de que uno no necesita fe para beneficiarse del "Servicio de Oración de Sanidad Familiar" - Solo diga las oraciones, incluso sin tener fe, y usted será sanado. Tomando esta declaración literalmente, ésta es una forma de "superstición". Esto es contrario a la enseñanza y a la tradición constante de nuestra fe cristiana. Nuestra tradición espiritual siempre ha reconocido la necesidad de por lo menos una fe mínima en una persona que está usando la oración, un sacramental o un sacramento. Cuanta más fe tengamos, más seremos receptivos a las gracias que Dios quiere dar. Cualquier persona que utilice el "Servicio de Oración de Sanidad Familiar" debe hacerlo con la fe en el poder de Dios para sanar, y la apertura al hecho de que Dios podría no responder según nuestros deseos, pero Él responderá nuestras oraciones de acuerdo con lo que Él sabe Es mejor para nosotros. 
15. Este libro trata el poder y la autoridad, que ha sido dada a ciertas personas por Dios Todopoderoso, como si fueran intrínsecas a la persona y puedan ser ejercidas separadas y contrarias a la voluntad de Dios mismo. Así que Dios se queda "retorciendo sus manos" cuando Sus ministros abusan del poder que Él les ha dado. Disparates. 
16. La enseñanza de este libro sobre los "puntos de acceso" por los cuales Satanás puede entrar en nuestras vidas apenas menciona el punto de acceso más común - nuestros pecados personales. 
17. La afirmación de que "nuestras elecciones más importantes y fundamentales en la vida son hechas para nosotros por otros" es contraria a la lógica sana y al significado de las palabras. Si nuestras elecciones son hechas por otros, por definición, no son nuestras elecciones, y no son el resultado del uso de nuestro libre albedrío. Creemos que el P. La posición de Ssemakula estaría mejor indicada si dijera que muchas de las influencias más poderosas que afectan nuestras vidas son de decisiones que fueron tomadas por otras personas durante nuestra formación (cuando éramos niños o adolescentes). Tales influencias pueden tener efectos directos y extremadamente negativos sobre nosotros: la mala enseñanza catequética puede conducir a una malformación de la brújula moral de una persona; El alcoholismo en una familia puede tener efectos graves en la formación emocional y psicológica de una persona. También puede haber un espíritu diabólico de la adicción que podría existir en la familia, que podría añadir complicaciones adicionales cuando uno lucha por alejarse de los ciertos hábitos de pecado. Dios puede, de hecho, curar tanto las heridas emocionales / psicológicas y liberarnos de las influencias del Maligno que busca "infectar" espiritualmente nuestras heridas y evitar que se curen. 
18. El poder del "Nombre de Jesús" se enseña de una manera claramente supersticiosa. Hay casos en los Hechos de los Apóstoles (19: 11-16) en los que el nombre de Jesús fue usado de la misma manera – con gran detrimento para quienes lo hicieron. 
19. El libro afirma que si "oras del modo correcto" serás sanado. Esto está en oposición directa a San Pablo en 2 Corintios 12: 7, que oró tres veces para ser liberado de la "espina en su costado", y nuestro Señor no lo liberó ni lo sanó. La falta de curación de Pablo no era debido a la oración incorrecta, sino porque la Gracia de Dios era suficiente.
En el apéndice, el P. Ssemakula afirma que un sacerdote no puede usar la oración imprecadora de León XIII sin el permiso de su obispo, pero que puede ser utilizado por los fieles laicos porque tienen autoridad en sus familias. Esto está en contradicción directa con la enseñanza de la Iglesia. En 1985, el Cardenal Joseph Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, dio la clarificación oficial de la Iglesia al respecto: "... ni siquiera es lícito que los fieles utilicen la fórmula del exorcismo contra Satanás y los ángeles caídos extraída de la publicada por orden del Sumo Pontífice León XIII, y aún menos que utilicen el texto integral de este exorcismo ". Http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_con_cfaith_doc_19850924_exorcism_en.html 
Este es un claro ejemplo de lo defectuoso de la enseñanza de Fr. Ssemakula sobre la autoridad; su enseñanza sobre la autoridad del individuo para dirigirse directamente al diablo va demasiado lejos y potencialmente pone a las almas en peligro grave. 

¿Qué pasa con las sanaciones que la gente ha recibido? 
Sabemos que algunas personas han recibido una variedad de sanaciones - incluso milagrosas - después de haber seguido el método enseñado en el libro La curación de las familias. No lo dudamos. Sin embargo, nuestras preocupaciones teológicas con este libro y nuestras preocupaciones pastorales que se derivan de su enseñanza claramente defectuosa (como la posibilidad de desesperación cuando una persona sufriente no recibe sanidad, como prometió el libro, y por lo tanto concluye que "Debe ser que Dios no me ama" o " estoy condenado a la condenación porque Dios no me sanó de estos lazos de Satanás "), nos han llevado a escribir esta advertencia contra este libro y su enseñanza. "Pero ¿las curaciones no prueban que el libro es cierto?", Preguntarían algunos. No, la eficacia no es prueba de verdad. 
Aquí hay algunas razones: 
1. Dios puede hacer milagros cuando quiera, y cuando una persona ora con fe, y pide que Dios le cure si es para su beneficio verdadero - su salvación eterna - entonces a veces Dios curará a esa persona. A veces, Dios dice "No" porque Él sabe que esta participación en la Cruz es más beneficiosa para la salvación eterna de la persona. 
2. Los dones carismáticos (dones especiales dados por el Espíritu Santo para la construcción de la Iglesia y el bien de las personas humanas) no son prueba de la santidad de la persona que ejerce el don, ni de la exactitud teológica de la Comprensión que la persona tiene de su don. Fr. Ssemakula puede tener un verdadero carisma de curación, pero eso no significa que su enseñanza sobre la curación sea teológicamente exacta. 
3. La teología del programa es defectuosa, pero la realidad sustancial de la oración por la sanación es parte de la Verdad de nuestra Fe Católica. Dijo pedir, buscar y llamar (Mateo 7: 7); Él dio el poder de sanidad y liberación a Sus discípulos (Lc 10, 1-20). Así que cuando nos volvemos a nuestro Señor, por imperfecto que sea, Él está allí para recibirnos. Hay muchos que rechazan la noción de curación, a menos que sea hecha por un santo o un sitio aprobado de aparición mariana. Rechazar la verdad que Dios cura a través de varias personas o instrumentos es tan peligroso e imprudente como decir que Él siempre sana. 

¿Por qué funciona este programa? 
Algunas de las razones ... Principalmente, porque Dios es un Dios Misericordioso y Amoroso. Ha visto la buena voluntad y el deseo de los participantes de este programa que buscaban alejarse de Satanás y del mal y volverse hacia Él con el deseo de conocerlo mejor, amarlo mejor, seguirlo mejor y recibir sus dones . 
1. Este programa convoca a Familias, para examinar sus vidas y orar. El mero hecho de que este programa esté reuniendo a las familias en oración, hacia Cristo, es en sí mismo suficiente para mover a Dios a la Misericordia. 
2. Perdón: Es un llamado dirigido a cualquier falta de perdón y a reconocer cualquier trauma de la infancia en nuestra vida y elegir perdonar. Los escritores espirituales nos dicen que la falta de perdón es el mayor obstáculo para el crecimiento en la vida espiritual y para cualquier forma de curación. 
3. Purificación y conversión: El programa incluye una llamada a romper cualquier relación malsana en la vida (con personas, TV, Internet, etc.) para alejarse de todo lo que explícita o implícitamente ensalza el mal. 
4. Este programa ayuda a una persona a identificar y eliminar cualquier práctica oculta de sus vidas. Expone correctamente cosas como yoga, reiki, eneagrama, Harry Potter y otras cosas como ocultas y dañinas para las almas. Eliminar lo diabólico de la propia vida es suficiente para crear resultados por sí mismo. El problema, como se mencionó anteriormente, es que el P. Ssemakula va demasiado lejos y comete muchos errores teológicos en relación con la comprensión del ocultismo.
5. Ha ayudado a las personas a volverse hacia Dios y pedirle que sane la "esclavitud" que podría existir en sus familias. 
6. Otra razón por la que "funciona" se debe a la para-liturgia. No debido a las oraciones específicas en el libro, sino porque una persona o familia invierte una cantidad significativa de tiempo en la preparación espiritual. El detallado inventario personal de seis páginas, doble columna, podría fácilmente duplicarse como un examen para una confesión general (un sacerdote informó que gastó más de cuatro horas en oración examinándose a sí mismo). Así preparadas, las familias reunidas, en el nombre de Cristo, en presencia del Santísimo Sacramento durante unos 90 minutos, renuncian a su pecaminosidad, y piden la sanidad y la misericordia de Dios. 

Inventario de sanación: 

Http://fathersofmercy.com/wp-content/uploads/Healing-Inventory.pdf 

En términos de por qué este programa funciona, a un nivel muy superficial, estos principios enumerados arriba están de acuerdo con el buen pensamiento y la enseñanza católica. Fr. Ssemakula no está totalmente equivocado en su presentación y hay elementos de Verdad con un "V” mayúscula  que se encuentran aquí. Estas son algunas de las razones por las que sentimos que este libro y programa ha producido resultados tan notables. 

Conclusión: 
Los Padres de la Misericordia tenemos grandes reservas en cuanto a los tremendos errores teológicos, las contradicciones filosóficas y las falacias lógicas dentro del libro y presentadas en las conferencias, aún reconociendo el tremendo bien que ha resultado del uso del libro y programa de Sanación de las Familias. 
Nos hemos esforzado mucho en lidiar con estos errores y utilizar el programa en su forma actual; sin embargo los errores son demasiado numerosos y, en parte, peligrosos para las almas. Por esta razón no podemos recomendar este libro o programa y en conciencia debemos alertar a las almas de los peligros que presenta. 

Cita del arzobispo Fulton J. Sheen "La cruz pura contra la cruz impura": 
"Toda cruz sería fácil de cargar si lográsemos hacerla a nuestra medida. La cruz de nuestro Señor no fue hecha por Él, sino para Él. Las cruces y las cargas son impuestas sobre nosotros. Nuestra aceptación las hace personales. Nuestro Señor incluso dijo que habría al menos siete cruces por semana: Tomen su cruz de cada día y síganme. Hay dos tipos de cruces: las puras, que vienen del exterior, como el dolor, la persecución y el ridículo, y las cruces interiores, o impuras, que vienen como resultado de nuestros pecados, como la tristeza, la desesperación y la infelicidad. Estas últimas cruces pueden ser evitadas. Se hacen contradiciendo la voluntad de Dios. La barra vertical de la cruz representa la voluntad de Dios, la barra horizontal representa nuestras voluntades, cuando uno cruza el otro, tenemos la cruz. Nuestro Señor nunca prometió que nosotros estaríamos sin una cruz, Él sólo prometió que nunca seríamos vencidos por ella. Pedro Pedro amó tanto la cruz, que cuando llegó el momento de su ejecución pidió ser crucificado al revés. Que El que no fue encontrado culpable de ningún otro crimen que el del exceso de amor, nos haga odiar la carga del pecado que hizo Su cruz. La cruz entera llevada en unión con Su voluntad y siguiendo Sus pasos es más fácil de soportar que las astillas contra las cuales nos rebelamos”. Tomado del libro “De los quince misterios”

Preparado por: 
Fr. Ben J. Cameron, C.P.M. 
Fr. Ken Geraci, C.P.M. (Asistente y Ex Instructor de Sanidad de las Familias) 
P. Jim Costigan, C.P.M. 

Aprobado por: 
Muy Rev. David M. Wilton, C.P.M. Superior General, Padres de la Misericordia 

2 de enero de 2015








domingo, 16 de octubre de 2016

Un nuevo santo

El día de hoy tuve la oportunidad de estar en la misa en la que se canonizó a José Luis Sánchez del Río, jovencísimo mártir mexicano.
Lo primero fue llegar a la Puerta de Bronce para revestirnos y poder concelebrar con el Santo Padre. Un gran número de hermanos sacerdotes, de muchas partes del mundo y con diferente visión de muchas situaciones, pero hermanados por la vocación.
La segunda fue el regaño que uno de los guardias dirigió a un sacerdote italiano que, quizá demasiado entusiasmado, quiso buscar un lugar más cercano para "ver mejor" la ceremonia. El guardia con voz firme lo regresó a su lugar diciéndole "la misa no es un espectáculo para ver, sino un misterio para vivir"... Fortísima y verdaderísima frase.
Otro punto que llamó mi atención, fue que la imagen de "Joselito" estaba exactamente encima de la puerta por la que debimos salir todos los concelebrantes. Un padre que estaba a mi lado me lo hizo notar. Para mí fue un gran mensaje, pues en esas misas nada es improvisado: "todos ustedes, sacerdotes y obispos deben estar dispuestos como este pequeño santo, a dar la vida en la fidelidad a Cristo y a la Iglesia frente a los poderes del mundo".
Un momento que me conmovió en lo profundo fue la breve lectura de su biografía y la entrada de la reliquia del ahora santo, de manos de un adolescente zamorano y del actor que interpretó a José en la película "La Cristiada". Reconozco que se me apachurró el corazón y me salieron las lágrimas. Por mi mente pasaron las imágenes de muchísimos Jóvenes Fuertes en la FE, como Joselito... pero también las de muchísimos más que, siendo católicos, se han acomodado al mundo y para los cuales el heroísmo al que estamos llamados todos los creyentes y especialmente los jóvenes, les suena a "fanatismo" y exageración y se conforman con ser camaleones en la fe. Lágrimas por todos ellos y por mi tan débil búsqueda de la santidad. Y me puse a orar con fe, por intercesión de San José Luis Sánchez del Río, para que surgiera una nueva primavera vocacional de laicos, religiosos y muchísimos sacerdotes jóvenes y santos, dispuestos a enfrentarlo todo por amor a Cristo, a dar su vida en fidelidad y alegría, confiados en el Cielo prometido a los que  "laven sus túnicas en la Sangre del Cordero" en esta gran persecución contra la Iglesia, persecución nueva pero, al mismo tiempo, la misma de hace siglos.
Y, ya para terminar, la cereza del pastel, fue la posibilidad de estrechar y besar la mano del Papa Francisco al que le pedí que bendijera a la Iglesia y a las vocaciones en Yucatán.

jueves, 15 de septiembre de 2016

Nadie "elige" ser homosexual

En el acompañamiento como sacerdote a algunas apreciadísimas personas que tienen la valentía de compartirme sus sentimientos de atracción hacia su mismo sexo, uno constata una fuerte realidad: nadie "elige" ser homosexual. Por eso el término "preferencias" resulta tan ambiguo, porque parece indicar que la persona es capaz de "preferir" esto en vez de aquello. Bueno, no es así.
La Iglesia católica ha caminado siempre con estas personas, amándolas, orando por ellas, proponiéndoles un camino de santidad.
El origen de estos sentimientos homosexuales es aún objeto de investigación y profundización. Muchos estudios sobre el tema han sido parciales llegando a conclusiones tendenciosas y "políticamente correctas". Lo que sí parece claro es que no es una condición que pueda atribuirse sin más a la genética. No existe un gen que condicione a los individuos en este sentido. Los estudios más serios parecen apuntar hacia situaciones, relaciones y percepciones unidas a un determinado tipo de hipersensibilidad que al darse ocasionarían la no identificación con el propio sexo y/o el desarrollo de una atracción hacia el mismo sexo. Por eso las corrientes terapéuticas que van en la búsqueda de estas situaciones y percepciones "originarias" tienen determinado grado de éxito al ayudar a la persona a entender por qué no se "siente" como los demás e incluso a dar pasos hacia una recuperación de las heridas. Por la misma razón, las terapias que se limitan a trabajar con la "culpa" o la "no aceptación" son, al menos, poco honestas con la condición de las personas. Inexplicablemente, el lobby LGTBI busca que esas terapias sean prohibidas, enarbolando imaginarios más propios de las cacerías protestantes de brujas en siglos pasados que de argumentos terapéuticos. El Catecismo de la iglesia se limita a decir que el origen permanece en parte inexplicado.
La condición de atracción al mismo sexo (AMS) es considerada por la Iglesia como "intrínsecamente desordenada" al no tender hacia el fin específico biológico  de la sexualidad humana, al encontrar en las Sagradas Escrituras suficientes pasajes que hablan al respecto tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamentos y en la bimilenaria Tradición de la Iglesia. Sin embargo, dado que la AMS no es producto de un acto libre de la persona, sus sentimientos homosexuales no son "en sí mismos" materia de confesión, es decir, la persona que experimenta AMS no tiene que confesarse de esos sentimientos. Podríamos decir que su condición, aunque desordenada, no es "materia" de confesión, pero sí de un acercamiento en la dirección espiritual para ser ayudada a discernir en la fe de la Iglesia cuál es su propio camino de santidad.
Diferente valoración reciben los actos homosexuales, al afirmar el Catecismo que, como son actos cerrados a la procreación y no proceden de la complementariedad sexual y afectiva (hombre y mujer los creó), "no pueden recibir aprobación en ningún caso". En ese sentido, debemos recordar, que para  quienes deciden seguir a Cristo con todas sus consecuencias, todo acto sexual fuera del matrimonio religioso o artificialmente cerrado a la vida es contrario al orden moral y se considera pecaminoso.
Entonces surge una cuestión que considero muy importante: una persona no elige tener AMS pero sí es capaz con la gracia de Dios de decidir cómo debe vivir. Es decir, no es responsable de lo que siente, pero sí de lo que hace con lo que siente. La Iglesia entonces le propone el difícil camino de la santidad (vocación común a todo bautizado) y le dice que puede y debe aspirar a la santidad. Les pide ofrecer sus sufrimientos y dolores y su castidad (misma castidad que pide a todos los no casados por la Iglesia) y les propone una plena vida sacramental, les recomienda contar con la ayuda de amistades verdaderas que les ayuden a seguir por el camino del discípulado.
Y creo que en ese sentido, debemos crecer como comunidades de acogida, en las que una persona pueda expresar su condición de AMS a su comunidad, grupo, apostolado y pedir que la comunidad lo ayude a vivir en castidad, sintiéndose amado y aceptado, valorado y aconsejado, reconciliado y animado por la gracia de los sacramentos.
Urge el testimonio de estos hombres y mujeres que le creen a Cristo y que asumen con valentía su condición de AMS, abrazándola como una cruz y decididos a llevarla con Cristo dentro de la Comunidad de Discípulos que es la Iglesia.
Deberán ser fuertes y no luchar solos, porque el mundo los odiará por su fe y valentía. 

lunes, 4 de julio de 2016

La fe se propone, no se impone

Gracias a un artículo que alguien muy cercano me hizo llegar, he tenido la oportunidad de reflexionar sobre un punto importante: la fe se propone, no se impone.
Y es que, cuando uno ve el tsunami ideológico que se nos viene encima y las inevitables consecuencias que se avecinan (y que ya son realidad en muchos países), uno siente una enorme preocupación, por las personas que se confundirán, por las familias que se destruirán, por los crecientes obstáculos que se impondrán a la fe, por la persecución que se avecina en nuestro amado México, por el riesgo de condenación de muchas almas a quienes el sistema buscará impedir que conozcan al Dios verdadero o que se cuestionen si su manera de vivir y de "amar" es conforme o no a lo que Dios quisiera de ellos...
Cuando, además, uno lee los omnipresentes insultos y descalificaciones a la Iglesia, las falsas acusaciones de "discurso de odio" dirigidas con evidente y poco controlada cólera y la ausencia de argumentos serios y razonados por parte de personas que parecen solo poder repetir argumentos instalados por la mercadotecnia del sistema...
Uno comienza a convertirse en defensor de las familias y a querer desenmascarar el sistema y alertar de sus consecuencias. Pero constata el fracaso de estas alertas y la pobreza de recursos ante la avalancha mediática y la programación mental de las masas. En ese momento, tengo que recordar con humildad que no soy el Redentor, que Jesús ya ha venido y nos ha hecho posible la salvación, pero que esta salvación tiene que ser aceptada libremente por cada individuo. Si todos estuviéramos profundamente enamorados de Dios y diéramos ese testimonio entusiasta y alegre, al mismo tiempo que firme y coherente, es posible que más personas pudiesen darse cuenta del profundo y eterno amor que Dios les tiene y la llamada a la conversión que surge de la auténtica misericordia... Esto haría posible que más personas pudiesen llegar a salvarse.
La fe en Cristo no puede transformarse en ideología y ponerse al tú por tú con esas ideologías que son solo edificaciones humanas, la fe en Cristo no puede olvidar que los métodos de Jesús tienen que ser nuestros métodos, la fe en Cristo tiene que recordar siempre que el Mesías nos redimió muriendo en la Cruz, la fe en Cristo no puede dejar de lado el hecho de que Cristo ya ha vencido al mundo y que Él es el Señor de la Historia y que el Maligno nunca tendrá la posibilidad de triunfar definitivamente.
Por eso, como creyente en Cristo intento hacer mis opciones personales y ser coherente. Procuro hablar a tiempo y a destiempo de Jesús. 
Pero creo que debo renovar mi confianza y mi alegría, entender que la fe es un don, aún cuando sea lo mejor que a cualquier persona le podría pasar y que me muera de ganas de que todos experimenten la salvación de Dios. Aún cuando quiera que todos los hombres y mujeres se salven... Es muy poco lo que yo puedo hacer, además de dar testimonio, de organizar acciones pastorales y vocacionales, de animar a los laicos a organizarse y hacerlo por amor a las demás personas y, por supuesto de orar y ofrecer sacrificios espirituales. A fin de cuentas, débiles instrumentos de Dios, la salvación es Obra suya.