El ser humano parece enfrascado en una batalla contra la muerte, persiguiendo el viejo anhelo de vencerla, o de vivir, al menos, muchos años más.
En la Sagrada Escritura el vivir muchos años se consideraba una bendición divina.
Si los avances de la medicina lograran una cada vez mayor esperanza de vida, qué consecuencias tendría en la vida de la sociedad?
Si llegase a ser usual que uno viviese 200 años, y uno conociera a sus tátara tátara nietos que implicaciones tendría para la vida familiar?
Qué consecuencias tendría esto en el sistema económico, en el sector salud, en la necesidad de proveer alimentos y servicios para una creciente población?
Y si esta esperanza de vida fuese muy costosa se ofrecería solamente a quienes tuvieran el dinero para pagarla?
Las generaciones más ancianas retendrían el poder impidiendo el desarrollo pleno de nuevas generaciones con nuevas ideas?
Se generalizaría la eutanasia a fin de deshacernos de algunos para dar cabida a otros? Se intensificarían las campañas anticonceptivas y el aborto para reducir aún más drásticamente los índices de natalidad? Se recurriría cada vez más a alimentos genéticamente modificados para poder dar de comer a tanta gente?
Cuando uno tiene un ser amado enfermo uno quisiera buscar por todos los medios, las medicinas y tratamientos para devolverle la salud, como si la vida terrena fuera destinada a la inmortalidad, la muerte fuese una enemiga y su aparición, una injusticia.
Es claro que la negligencia médica o la imposibilidad de recurrir a mejores hospitales o medicinas pueden ser causa de un fallecimiento que, al menos en esa ocasión hubiera sido pospuesto. Es totalmente deplorable e inmoral el recurso a la eutanasia como acción que directamente busca la muerte de una persona. Es también reprobable el ensañamiento terapéutico impidiendo el desenlace natural de la vida.
La verdad es que este continuo esfuerzo por alargar y alargar la vida humana me recuerda a la Torre de Babel, el ser humano luchando por alcanzar la inmortalidad con sus propios medios, un alargamiento que solo pospone lo mejor que podría pasarnos...
Porque a fin de cuentas resulta que la muerte ha sido vencida, que nosotros los creyentes sabemos que la muerte no es el final, que Cristo ha vencido de una vez por todas y que su muerte y resurrección lo han transformado todo. La muerte entonces se transforma en puerta de acceso a la inmortalidad ofrecida por Dios, a la eternidad pensada para nosotros no como continuo vivir terreno sino como transformación, como resurrección, como sorprendente y amorosa plenitud.
"Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo, para que todo el que crea en Él no perezca sino que tenga la vida eterna".
1 comentario:
excelente
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